El fuego del amor

«Yo he venido a prender un fuego en el mundo, ¡ojalá estuviera ya ardiendo!», s Lucas c.12.

Fue a propósito de estas palabras inesperadas de Jesús de Nazaret que pensé en ponerlas aquí y pensar sobre el tema.

vel_07_0No esperábamos una reacción así del Maestro de Galilea. Lo sabíamos pacífico y misericordioso, pero él quiere sacudirnos, tantas veces adormecidos y entretenidos en bien poco que valga la pena.

– Su talante profético nos dice que no ha venido a juzgar ni condenar, que viene a despertar y purificar.
– Busca seguidores decididos y valientes.
– Ofrecerá su proyecto a todos, abriendo puertas, iluminando horizontes.
– «La belleza de la vida interior, la luz del fuego que no muere nunca, es el fuego del amor» (H. Nouwen).

Mi amigo Juan comentó así:

•  A lo largo de los siglos muchos hombres y mujeres han levantado su voz profética ante la injusticia, aun poniendo en peligro su propia vida. Necesitamos de esas personas porque nos dan fuerza y esperanza.
•  El Evangelio, por su exigencia no es un bálsamo suave, sino una quemazón. Pero es un fuego que aunque quema, trae luz y calor a la oscura frialdad de este mundo.
• Ser nosotros una brasa de ese fuego en nuestro tiempo, es una tarea que vale la pena. Dejemos que su fuego arda en nosotros.

Terminaré el apunte de evangelio con una súplica humilde:

«Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.

Guarda mi fe del enemigo,
¡tantos me dicen que estás muerto!
Tú que conoces el desierto,
dame tu mano y ven conmigo.»

Un pensamiento en “El fuego del amor

  1. Les añado aqui en comentario esta oración que me pasan, que corresponde bien con el tema del «fuego», es la encomienda o misión dificil de Cristo y de los cristianos.
    La fe como «lámpara» encendida, la «espera» diligente y constante, son temas muy queridos en nuestro blog. Corresponden a la parábola de las bodas, el esposo que tarda y las muchachas dormidas sin aceite en sus lámparas, San Mateo 25.
    Suerte.

    «Cristo Jesús, tú que trajiste fuego a la entraña de la tierra,
    guarda encendida nuestra lámpara hasta la aurora de tu vuelta.»

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